Abuela, cuesta escribir estas palabras. Cuesta mucho. Cuesta creer que vayamos a entrar en casa y no vayamos a verte sentada en el sofá rezando el rosario, o la novena, con tu cuaderno de oraciones heredado, con todas sus estampitas. Cuesta pensar que no te vayamos a ver haciendo punto y viendo vídeos para aprender cómo hacer nuevos jerséis, patucos o, mejor dicho peucos (como tú los solías llamar), o gorros y bufandas para todos tus nietos y biznietos. Doblando calcetines, zurciendo o incluso queriendo coser esos pantalones modernos que nos compramos ahora con rotos y descosidos. Es difícil imaginar ese sofá sin ti, sin tus partidas de cartas con tus amigas, a las que te gustaba también invitarnos a jugar. Sin tus partidas de solitario en la tablet o haciendo videollamadas (una mujer que se sabía adaptarse a los tiempos).
Se nos hará raro entrar en casa y no verte cocinar o no poder llamarte por teléfono para que nos des la receta de tu pollo asado. Echaremos de menos tus guisos y verte trocear con mucho mimo y cuidado las verduras que iban ellos.
Daba igual si eran horas o minutos el tiempo que estábamos cuando íbamos a visitarte, siempre decías: “¿pero qué prisa tenéis? Quedaos un rato más”. Y es que tener a todos tus polluelos cerca te hacía realmente feliz. De ahí que fueras nuestra “secretaria” favorita. Siempre atenta a todo, no se te escapaba ni una. Sabías cuándo, dónde, cómo, qué... de nuestras entradas y salidas. Ahora tenemos la suerte de que seguirás haciéndolo desde otro lugar y que siempre estarás atenta al cuándo, dónde, cómo, qué... de todos nosotros, para así de alguna manera podernos ayudar.
Abuela, hemos disfrutado mucho de tu cariño, del sonido de tus carcajadas, de tus historias, de tus mandamientos, de verte emocionada por nuestros logros, de tu nobleza, de tu hospitalidad y generosidad (en casa de Vicente y Julia todo el mundo era bien recibido), de tu pasión, de tus sacrificios y grandes esfuerzos, de tus ganas de mejorar y aprender, de tu fe, y sobre todo, de tu inmenso valor por el significado de la palabra familia. Afortunados somos de que seas nuestra abuela.
Las circunstancias tan particulares que estamos viviendo, injustamente, no nos han dejado sentir un abrazo tuyo más. Pero sabemos más que de sobra, que allá donde tú estés, rodeada de tus seres queridos que ya viste marchar, habrás sentido todos y cada uno de nuestros besos y de los fuertes abrazos que te hemos enviado, porque tú te los merecías todos.
Abuela, tú decías que cuando éramos pequeños nos encantaba meternos en la cama a dormir con abuelo. Pero incluso hasta siendo ya bien mayorcitos, también disfrutábamos a lo grande de sentir tu calor en la cama, aunque terminásemos en el suelo.
Abuela, otro beso y abrazo enormes desde lo más profundo de nuestro ser.
A ti, al igual que a abuelo, también te adoramos.